sábado, 4 de enero de 2014

"Donde acaban los mapas", primera novela de Ana Belén Rodríguez Patiño


Ana Belén es un alma dedicada por completo a la cultura. Ha publicado varios libros sobre su tema favorito, o al menos uno de  sus temas favoritos en tanto en cuanto le dedicó algunos años de su vida: la Guerra  Civil en Cuenca. Ha realizado también algunas exposiciones de fotografía. Ha escrito guiones y ha dirigido audiovisuales, aspecto en el que quisiera destacar, una vez más, el documental titulado  La memoria viva de las piedras. La Guerra Civil (1936-1939) en las calles de Cuenca Y también ha destacado como autor y directora de teatro, desarrollando sobre todo  su actividad en el Teatro de las Aguas de Madrid.

Donde acaban los mapas es su primera inmersión en la novelística, y Ana Belén lo hace, en este aspecto también, brillantemente. Se trata de un viaje por el espacio, por ese espacio que está arcado por los mapas, pero también es un viaje por el tiempo, como no podía ser de otra forma tratándose como se trata una autora que es la mismo tiempo doctora en Historia Contemporánea. No hay mapas que nos acerques a determinados puntos del pasado, sólo la memoria, y por eso los protagonistas de la novela, la joven Alicia y el viejo profesor Jing Tao, el llamado también Xu Yun, tienen que buscar en la memoria, en su propia memoria en la memoria global de la sociedad que les rodea, los caminos todavía no trillados que les acercarán y les separarán de los años ya olvidados de la revolución cultural china. Porque hay siempre un misterio detrás de cada hombre, y los mapas que nos pueden acercan a ese misterio ignoto deben ser trazados por nosotros mismos cada vez que nos acercamos a ese hombre.

El libro de Ana Belén es, además, un espejo en el que se refleja de algún modo la civilización actual. Ya lo dice la protagonista en un momento de la novela: “Un española hablando en inglés en Francia con un china que daba Tajiquan. ¡Y todavía existe alguien que no cree en la globalización!” En la novela se encuentran la civilización occidental, cada vez más globalizada, con una sociedad china, en apariencia inmersa todavía en sí misma, pero en realidad afectada también, en mayor o en menor grado, por esa modernización que empezó, aunque muy lentamente, en el momento en el que los emperadores fueron expulsados de la ciudad sagrada de Pekín. Alicia Aliorte nos lo vuelve a decir a través de sus propios pensamientos: “Si observas bien, puedes ver que los individuos, hombres y mujeres que pasean por Berlín, son en realidad los mismos que lo hacen en Milán o París, Berna o Madrid, Japón o la Polinesia. Que son idénticos sus miedos, sus aspiraciones o sueños. Sus anhelos de felicidad, su búsqueda de un mundo más justo o sus problemas. Sus quejas  esperanzas apenas cambian de unos a otros.”

No se trata aquí de desvelar las claves de la novela, los caminos que en todos los mapas conducen, a través de montañas salvajes y de ríos caudalosos, hasta el lugar en que se encuentra su tesoro. Eso es algo que debe ir encontrando el propio lector, conforme se va adentrando en la lectura del libro. Solamente destacar algún indicio que nos ayude a encontrar por nosotros mismos esas claves, que se nos irán desvelando, conforme vayan cayendo las páginas de la novela. Por ello, sólo quiero decirle al futuro lector de este libro que s fije bien en las bien laboradas descripciones, marcadas muchas veces por hermosas concatenaciones de objetos o de conceptos que permiten una gradación inolvidable. He aquí un buen ejemplo de esto que acabo de decir, en una descripción de uan de esas tiendas de lo esotérico que tan de moda están en la actualidad, y en la cual empezaría pronto a trabajar la protagonista:

“El espacio era más bien pequeño, con estanterías repletas de lo que había ya visto desde fuera, pero en todas sus amas y variedades. Así, las velas que adornaban el exterior componían aquí un grupo inmenso que se guardaban en cajas y cajitas de cartón y madera, de todos los tamaños y colores imaginables. Velas altas, pequeñas, redondeadas, gruesas, decoradas en su base, decoradas en su tronco, lisas, lisas pero con guirnaldas, lisas pero con guirnaldas pequeñas, lisas pero con guirnaldas grandes… Pulseras, libros que sobresalían de los estantes, carteles, dibujos de cartas astrales y fotos de auras sobre cabezas humanas, aguas milagrosas y supuestamente bendecidas, medallas… Tratados actuales escritos por filósofos de la New Age, del Pensamiento Positivo o la Ley de la Atracción. Imágenes de Buda, de Jesús, de Lao-tsé –un filósofo chino considerado el fundador del taoísmo, según me enteraría después-, de dioses hindúes de nombres impronunciables, de Vírgenes, santos, santeros, hadas, duendes y ninfas.”

En fin, se trata de una brillante opera prima de una escritora conquense, porque Ana Belén es conquense a pesar de que lleva muchos años viviendo en Madrid. Por ello, no quiero terminar sin recomendar a todos los presentes que adquieran Donde acaban los mapas, bien para vosotros mismos o bien para hacer un regalo. En el segundo caso puede tratarse de un buen obsequio de Reyes ahora, cuando se acercan las fechas en las que tenemos que cumplir con el tributo de regalo, un tributo que a veces se antoja complicado porque se nos acaban las ideas. En el primer caso, seréis vosotros mismos los que os regalaréis con una buena lectura, una de esas lecturas que siempre permanecen en el recuerdo, más allá del lugar en donde empiezan todos los mapas de la memoria.

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